Título: Tesis Doctoral “Origen y evolución de los Sistemas de Riego, ingenios hidráulicos y abastecimiento de agua de la Acequia Gorda del Genil en Granada.

Autor: Doctor Ingeniero D. Carlos León Robles.

Año:   2011

 

 

Las "CONCLUSIONES" de este Trabajo se exponen a continuación:

 

CONCLUSIONES

La investigación sobre el origen y evolución de los sistemas de riego, ingenios hidráulicos y abastecimiento de agua de la Acequia Gorda del río Genil a través de los textos, cartografía histórica y las infraestructuras existentes, permite elaborar una serie de conclusiones relativas tanto a su historia como al importante servicio que ha prestado a lo largo de los siglos, aspectos que han marcado significativamente su configuración actual. Estas conclusiones se exponen en tres apartados que corresponden a las tres hipótesis planteadas en la Introducción.

El primer apartado versa sobre el origen y evolución de las infraestructuras y normas de riego de la Acequia Gorda del Genil, así como el importante papel que ha desempeñado en el desarrollo agrícola, la producción de fuerza motriz y el abasto de agua potable.

En el segundo apartado se verifica la necesidad de dar a conocer el valor de las infraestructuras y normas de riego de la Acequia Gorda del Genil con la finalidad de preservar nuestro patrimonio histórico y cultural, evitando así su desaparición.

El tercer apartado pone de manifiesto el contraste existente entre la evolución darwiniana — en expresión del Prof. Ernst Gombrich — de la legislación y política en materia de aguas y el mantenimiento a lo largo del tiempo de las normas y costumbres de las comunidades de regantes.

1. Origen y evolución de las infraestructuras y normas de riego de la Acequia Gorda.

La primera noticia que hemos encontrado en relación al origen de esta infraestructura de riego corresponde a la descripción de la Vega de Granada realizada en el siglo XIV por el historiador Ibn al-Jatib en su obra Al-Ihata fi ta'rif Garnata (Fuente completa sobre la historia de Granada), así como la de otros historiadores del siglo XIX como Leopoldo Eguilaz y Yanguas y Luis Seco de Lucena, los cuales sitúan su construcción entre los años 1073 y 1090, unos bajo el mandato del rey Badis ben Habús y otros en el reinado de su nieto Abd Allah. No obstante, del análisis de estos relatos se desprende que lo más probable es que se refieran a la construcción del ramal conocido como Arca de la Ciudad, el cual tomaba agua de la Acequia Gorda para suministrarla a los barrios meridionales de la recién creada Medina Garnata.

En efecto, la fundación de Medina Garnata (Granada) como capital del reino zirí en el año 1013 por el rey Zawi ben Ziri as-Sinhayi, así como el posterior desarrollo de la misma por su sobrino Habús ben Maksan, motivó que una de las principales cuestiones que hubo que resolver fue el abastecimiento del nuevo asentamiento. Inicialmente surgió la necesidad de abastecer a los barrios de la Alcazaba y de la Mezquita Mayor, para lo que se construyó la Acequia de Aynadamar desde la Fuente Grande en Alfacar, mientras que para la parte baja de la ciudad se derivaron las aguas del río Darro mediante las acequias de Axares y Romayla.

Según se desarrollaba la ciudad hacia el Sureste fue necesario buscar nuevas fuentes de suministro de agua, para lo cual se derivó un ramal de la Acequia Gorda, que pasaba por el entorno de la actual calle Santiago, el cual permitió el abastecimiento, el riego de huertas y la implantación de numerosos talleres que empleaban la fuerza motriz del agua en esta zona de la ciudad. Posteriormente, en época almohade se construyó la Acequia del Cadí para el abastecimiento y riego de la zona del Campo del Príncipe, situada a una cota superior que la zona servida por el citado ramal de la Acequia Gorda.

Así, lo más probable es que las referencias a que la construcción de la Acequia Gorda se realizara durante el reinado de Badis ben Habús o el de Abd Allah aludan a este ramal para el abastecimiento de parte de Medina Garnata, al igual que el resto de acequias urbanas construidas en esa época como la de Aynadamar, Axares o Romayla, pero no a la infraestructura de riego de la Acequia Gorda, la cual debe ser anterior.

En este sentido, los restos de obras hidráulicas romanas y centuriaciones existentes en la provincia, así como los restos arqueológicos de villas romanas encontrados en la Vega de Granada455 y los textos epigráficos que prueban la existencia de comunidades de riego en otras partes de Hispania456, inducen a pensar que ya en esta época podía existir parte de la infraestructura de la Acequia Gorda. Es preciso tener en cuenta que hasta el siglo XIX gran parte de la red de riego de la Acequia Gorda estaba formada por canales de tierra y que la principal instalación permanente de la misma era la Presa Real, la cual, tal y como consta en numerosos documentos del Juzgado Privilegiado de las Aguas de Granada, tuvo que ser reconstruida en numerosas ocasiones debido a sus frecuentes destrucciones ocasionadas por las crecidas del río Genil, por lo que no quedan restos arqueológicos como en el caso de otras obras hidráulicas romanas. No obstante, no hemos encontrado ninguna prueba escrita o material que pueda ratificar esta hipótesis, ya que únicamente tenemos constancia, por las descripciones realizadas de la Vega de Granada, de que la Acequia Gorda ya existía en el siglo Xl.

En relación a las normas que regulaban la distribución de las aguas tomadas del río Genil, la primera noticia documentada se remonta al siglo XIII. Se trata de un documento fechado en febrero de 1219 que contiene la confirmación de un repartimiento de las aguas del río Genil para el riego de parte de la vega y el abastecimiento a Granada y sus pueblos próximos, el cual ha llegado hasta nuestro días gracias a que fue romanceado por el escribano Micer Ambrosio Jarafy el 15 de febrero de 1502, conservándose una copia del mismo en el Archivo Municipal de Granada.

Este documento recoge las normas que regían la distribución de las aguas del río Genil realizadas con anterioridad por Abdalla, persona responsable de realizar los repartos de las aguas entre los distintos usuarios. La confirmación del reparto de las aguas fue firmada por una veintena de testigos, entre los que se encontraba un hijo de Abdalla, como garantía de que se había respetado la tradición, siendo la primera de una larga serie de ratificaciones ad perpetuam que terminaron en 1454 durante el reinado de Aben Ismael, poco antes de la toma de Granada, pero que fue nuevamente respetada por los Reyes Católicos, motivo por el cual se ordenó su traducción en al año 1502.

El repartimiento del Genil dividía sus aguas en quintas partes para el abastecimiento y el riego de Granada y las alquerías vecinas. Dos quintas partes le correspondían a la Acequia de la Güe Mayor (Acequia de Arabuleila) para el riego de las tierras de Armilla, Churriana de la Vega, Cúllar Vega y parte del pago de Tarramonta. Un quinto y medio para la Agequia de Erabmaçan (Acequia Tarramonta) para el riego de Purchil, Ambroz, Belicena y pagos de Tarramonta y Lamatar. El resto del caudal era destinado a la zona regable de la Acequia Gorda del Genil: un décimo para la alquería de Quemaur y pago de Nafejar, así como el abastecimiento de los barrios de Axibin y Alfajjarín de la ciudad de Granada y un quinto para el riego de Tafia Albaida, Tafia la Zúfea, Majarix y Atarte.

La confirmación realizada en 1219 del repartimiento de aguas del río Genil es un documento crucial que permite remontar la organización de los regadíos de la vega granadina, tal y como los conocemos hoy en día, con toda seguridad al siglo XIII, aunque el hecho de que los testigos que firmaban el documento afirmaran que se lo oyeron a sus ancianos y que era usado desde mucho tiempo atrás induce a pensar que sea anterior.

Tras la conquista de Granada, los Reyes Católicos pusieron un especial interés en recuperar el desarrollo agrícola que tuvo la vega granadina durante la dominación islámica. Para ello se creó el Juzgado Privilegiado de las Aguas en el año 1501, organismo encargado de la puesta en práctica de la organización y normas de riego árabes, se ordenó la traducción del repartimiento del año 1219 y, según lo establecido en la Instrucción Real de 22 de marzo de 1571, se realizó el apeo y deslinde de las fincas confiscadas a los moriscos tras su expulsión definitiva.

El apeo y deslinde de los pagos regados por la Acequia Gorda fue realizado entre 1573 y 1574 por el licenciado Antonio Loaysa, incluyéndose en el mismo una valiosa descripción de cada una de las unidades de riego, sus linderos, los ramales, los tomaderos, las servidumbres y los derechos de riego.

El siguiente documento en el que se recogen las normas de riego e infraestructuras de la Acequia Gorda es en las Ordenanzas para el régimen de la Acequia Gorda del Genil y aprovechamiento de sus aguas, el cual fue aprobado en el año 1882 para la constitución de la Comunidad de Regantes en base al Proyecto de Ordenanzas para el régimen de la Acequia Gorda del Genil redactado en 1880 por el abogado D. Gabriel de Burgos. Las Ordenanzas, aún vigentes hoy en día, describen de una manera detallada la organización de los riegos, ol ámbito territorial y las infraestructuras.

Del análisis de estos documentos llama especialmente la atención la similitud en las normas de reparto de las aguas de riego, manteniendo su esencia con el paso de los siglos. Así, y esta es la primera conclusión, las reglas empleadas por los árabes para distribuir las aguas derivadas del río Genil por la Acequia Gorda han perdurado hasta nuestros días, salvo pequeños ajustes, permaneciendo fosilizadas en el tiempo.

Esta invariabilidad a lo largo de los siglos es igualmente aplicable a la derivación de agua de la Acequia Gorda para el abastecimiento de los barrios meridionales de Granada. En efecto, desde la construcción de la acequia Arca de la Ciudad en el siglo XI hasta la década de 1930, la Acequia Gorda ha suministrado ininterrumpidamente agua para el consumo humano, a pesar de los esfuerzos realizados por el Ayuntamiento de Granada para buscar otras fuentes de suministro a partir del siglo XIX.

Donde inevitablemente ha existido una evolución ha sido en los ingenios y artefactos que aprovechaban las aguas de la Acequia Gorda para la producción de fuerza motriz, siendo su regulación menos refinada y compleja debido a que estos aprovechamientos no consumían agua. Evidentemente, estas instalaciones industriales han variado con el tiempo en número, mecanismos instalados y uso al que se destinaban.

En el plano Diseño del Río Genil realizado en 1751 por Thomas Ferrer y José Toxar ya aparecen grafiados los molinos más antiguos como el de Los Dolores, Corregidor Alto, Corregidor Bajo, Marqués, Sagra, Alvarillo, Capitán, San Martín, Mendoza, Cerezo, Nuevo y Torrecilla. Muchas de las instalaciones industriales que aprovechaban el agua de la Acequia Gorda eran molinos harineros y pequeños talleres artesanos que ya existían en la Edad Media, desapareciendo algunos con el paso del tiempo y surgiendo otros nuevos. Prueba de ello es que en las Ordenanzas de 1882 aparecen inventariados cincuenta aprovechamientos industriales, mientras que una actualización realizada en 1930 el número se amplía hasta setenta y cinco.

Evidentemente, hasta la llegada de la electricidad a Granada en el año 1883, la única manera de suministrar energía a las instalaciones industriales y artesanas era mediante la acción hidráulica, motivo por el cual la Acequia Gorda ha desempeñado un importante papel en el desarrollo económico de la capital granadina y de los pueblos limítrofes. Este servicio ha sido prestado ininterrumpidamente hasta la década de 1970, no existiendo en la actualidad ningún artefacto movido por sus aguas.

La trascendencia que la Acequia Gorda tenía para la ciudad queda de manifiesto al comprobar cómo era representada en todos los planos cartográficos que se hacían de Granada. La primera cartografía encontrada en la que aparece reflejada la Acequia Gorda es un plano anónimo de las acequias derivadas de la Fuente de las Lágrimas de Alfacar y de los ríos Darro y Genil para el abastecimiento de Granada, realizado entre los siglos XVI y XVII y cuyo original se conserva en la Facultad de Teología de la Universidad de Granada Con un mayor grado de detalle y rigor cartográfico se representa en la Plataforma de Granada realizada por Ambrosio de Vico en 1613, en el Plano Topográfico de la Ciudad de Granada levantado por Francisco Dalmau en 1796 o en el Mapa Topográfico de Granada dibujado por José Contreras en 1853.

Mención especial merece el ya aludido Diseño del Río Genil realizado en 1751 al ser el documento gráfico encontrado de más valor para la Acequia Gorda. En efecto, se trata de una representación de gran belleza, aunque más artística que catográfica, en la que por primera vez queda representada toda la infraestructura hidráulica y mecánica de la Acequia Gorda desde la Presa Real hasta sus últimas ramificaciones en los núcleos urbanos de Atarte y Santa Fe, no conociéndose una representación igual hasta que Luis Morell y Terry realizó a principios del siglo XX el Catastro geométrico-parcelario por encargo del Sindicato de la Acequia Gorda.

Del análisis de la cartografía histórica y de los expedientes tramitados por el Juzgado Privilegiado de las Aguas, hemos podido constatar cómo el trazado de los cauces de riego ha permanecido prácticamente inalterado hasta finales del siglo XIX, realizándose sobre los mismos únicamente operaciones de reparación y conservación.

Es preciso señalar que por las obvias limitaciones de espacio a las que debe ceñirse el presente estudio, se han dejado fuera del mismo innumerables documentos y planos consultados que contienen una valiosa información para comprender la historia de los regadíos de la vega granadina, los cuales podrían constituir la base de la continuación del estudio realizado.

2. Necesidad de preservar las infraestructuras y normas de la Acequia Gorda.

El desarrollo urbanístico que comenzó a experimentar Granada en el siglo XIX no sólo tuvo como consecuencia el intento de arrebatar las aguas a la Comunidad de Regantes de la Acequia Gorda, sino que además comenzó gradualmente a invadir su cauce y andenes, lo que motivó sucesivos desvíos de la misma en su tramo urbano para acomodarse a las nuevas necesidades de la ciudad, circunstancia que aún se produce en la actualidad.

Lamentablemente, los sucesivos planes urbanísticos promovidos por el Ayuntamiento de Granada han considerado esta infraestructura como un estorbo, preocupándose más en ocultarla y obligarla a hacer recorridos innecesarios que en potenciar su integración paisajística en la ciudad y dar a conocer el importante lugar que ha ocupado en la historia de Granada. Igual consideración merece la pérdida del valioso patrimonio industrial que se asentaba sobre la misma, el cual ha sido, en la mayoría de los casos, abandonado y expoliado por el desinterés de la Administración en estas cuestiones, circunstancia que se agravará con los futuros desarrollos urbanos.

Así, y esta es la segunda conclusión, es nuestra responsabilidad proteger el patrimonio cultural, agronómico, hidráulico, industrial y ambiental que aún existe e intentar recuperar ol que ha sido destruido con la finalidad de permitir su disfrute por parte de la sociedad. Una forma de potenciar este legado, y que podría ser objeto de una futura investigación, es la creación de un corredor verde a lo largo de la Acequia Gorda para el disfrute y esparcimiento de los ciudadanos. Además, este itinerario agroindustrial podría convertirse en una importante y atractiva fuente de transmisión de conocimientos, constituyendo un excelente material docente al dar la posibilidad a nuestros escolares de tomar contacto con cuestiones tan desconocidas para ellos como las siguientes:

  • La forma de captar y transportar las aguas de riego, así como las antiquísimas normas y dispositivos que se empleaban para irrigar la tierra.
  • Las huertas y los distintos tipos de cultivo, así como las técnicas agrícolas asociadas a su recolección y posterior transformación en los antiguos complejos industriales que existían en la vega.
  • Los numerosos cortijos y su importancia para la vida rural
  • Los antiguos, abundantes y diversos ingenios hidráulicos, prestando especial atención a su funcionamiento y el importante papel que jugaron en el avance de nuestra sociedad.

Otra cuestión que requiere un estudio detallado es recuperar el potencial energético que aún encierra la Acequia Gorda. En este sentido es necesario volver a dirigir la mirada al pasado y sacar a la luz una colosal infraestructura ideada por la Comunidad de Regantes en el año 1922 y construida en la década de 1950. En efecto, la Presa del Blanqueo y el Canal Alto fueron ideados no sólo para aumentar la dotación de agua de la Acequia Gorda, sino para aprovechar el importante salto de agua de su último tramo. La existencia de esta canal nos brinda una oportunidad para construir un complejo temático en el entorno de la Cuesta de los Molinos que permitiría comparar las antiguas técnicas de producción de fuerza motriz con las modernas turbinas hidráulicas para generación de electricidad.

3. Evolución de la legislación y la política en materia de aguas.

La última conclusión de la presente investigación es el contrate existente entre la evolución, aunque lenta, de la legislación y política en materia de aguas destinadas al regadío y el mantenimiento a lo largo del tiempo de las costumbres consuetudinarias de las comunidades de regantes. En efecto, la implicación de los poderes públicos en el fomento de los regadíos y las obras hidráulicas asociadas, así como en el establecimiento de las normas que regulasen sus uso, ha seguido una evolución darwiniana, pasando del dominio privado de las aguas y un escaso o nulo apoyo al fomento de las infraestructuras a una completa demanialización de los recursos y un claro apoyo a los regantes en la construcción y financiación de las obras hidráulicas, tanto de las grandes presas y canales como de las obras secundarias necesarias para su aplicación a los cultivos.

A lo largo de este interesante devenir, hemos podido comprobar el gran esfuerzo dedicado a solventar los graves problemas que ocasiona a la agricultura los desequilibrios hidrológicos existentes en la Península, constatando los importantes logros alcanzados, así como los rotundos fraalos que nos hacían retroceder nuevamente en el tiempo. Esta continua lucha contra la Naturaleza, dio sus mejores frutos en los siglos XIX y XX, cuando se redactó la modélica Ley de Aguas de 1866 y se crearon prestigiosos organismos públicos para conocer y administrar nuestros recursos hídricos, a la par que construir una densa infraestructura hidráulica, llegando a las sofisticadas figuras de la planificación hidrológica en las que las aguas son gestionadas a nivel nacional como un bien común.

Sin embargo, el contrapunto de esta natural evolución lo constituyen las comunidades de regantes. En efecto, estas asociaciones de agricultores tomaron conciencia mucho antes que los poderes públicos de la necesidad de agruparse para afrontar los altos constes que suponía la construcción, conservación y explotación de las obras comunes de captación y distribución de aguas, así como fijar las normas de reparto de las mismas y el régimen disciplinario al que debían acogerse sus miembros.

Aunque sabemos con certeza que estas asociaciones ya existían en la Hispania romana, fue durante la dominación islámica cuando el importante influjo de ideas, conocimientos y prácticas sobre la gestión y organización de los regadíos estableció su configuración definitiva.

Lo realmente singular es que estas organizaciones lograron adoptar un modelo basado en el interés común y en la equitativa distribución de las aguas y los gastos de gran eficacia, lo que ha tenido como consecuencia que hayan permanecido prácticamente inalteradas desde la Edad Media, convirtiéndose en admirables organizaciones administrativas que han subsistido al paso de los siglos. La bondad de este sistema organizativo, del cual deberíamos sentirnos orgullosos, quedó de manifiesto en las visitas realizadas por estudiosos extranjeros, como Francis Jaubert de Passa, Maurice Aymard o Jean Brunhes, en la búsqueda de un modelo a imitar.

El mayor reconocimiento al buen hacer de estas asociaciones de regantes fue cuando la Administración, al elaborar la Ley de Aguas de 1866, tomó consciencia de su inexperiencia para organizar un sector tan complejo, optando no sólo por tolerar su continuación, sino por obligar a su constitución en comunidades de regantes, incorporándose por primera vez estas organizaciones históricas al ordenamiento jurídico español y realizando una clara delegación del poder público en las mismas, siendo consideradas hoy en día corporaciones de derecho público con carácter de Administración Pública.

Desafortunadamente la operatividad real y efectiva de estas instituciones OS desconocida u olvidada, encontrándose este sector sumido en una profunda crisis debido esencialmente a la posición agraria que España ocupa en la Unión Europea y al entorno urbano cada vez más hostil, lleno de tensiones internas y en ocasiones enfrentadas con la sociedad y la Administración hidráulica, quienes las considera como administraciones de segunda categoría.

No obstante, estamos convencidos de que la única salvación de nuestro sector agrario está en manos de estas organizaciones históricas que han demostrado su solvencia y saber hacer, las cuales deberán jugar un papel crucial en la modernización y activación de la producción agrícola en el futuro, así como en el uso racional de los recursos, con objeto de poderse desenvolver en la progresiva desaparición de ayudas y la protección medioambiental de la calidad y cantidad del agua, con la consecuente tendencia al incremento del coste de la misma.